El Mundo, el principal periodico en España, entrevista a Totti Könnölä, CEO de IFI sobre la digitalización y la economía circular.
Un total de 16 toneladas. Esa es la cantidad de materiales que consume cada europeo a lo largo de un año. De ellos, seis toneladas acaban convertidas en residuos. Y, de estos, en torno al 50% acaban olvidados en un vertedero con el consiguiente impacto medioambiental y para la salud de todos.
Se trata de una situación insostenible a juicio de cualquiera con algo de sentido común y que ha impulsado medidas políticas de diversa índole (reciclaje, restricciones a los residuos industriales,…), pero sin atajar la raíz última de la cuestión: la naturaleza propia de los productos y la forma en que se generan, consumen y reutilizan. Hablamos de diseñar productos pensando en su futuro como basura y de imaginar a ésta como si fuera un objeto de valor. De cambiar nuestra mente desde un modelo con principio y final, a otro donde no hay extremos y todo fluye por siempre jamás.
«Lo que tenemos ahora es una cadena de valor totalmente lineal, frente a lo que se está proponiendo que es la economía circular: un cambio sistémico que nos permitirá reutilizar los productos para crear otros nuevos y cerrar así el ciclo de vida completo de los bienes», afirma Totti Könnölä, director ejecutivo del Insight Foresight Institute. Este hombre, cuya vida transcurre a caballo entre Finlandia y España, es un experto reconocido en innovación y sostenibilidad, asesor de la Comisión Europea y de distintos países de la UE y la OCDE en esta materia.
La razón de que no se haya apostado de forma decidida por la economía circular radica en que «las cadenas típicas tienen muchos actores y cada uno de ellos busca optimizar su negocio, pero sólo lo hace con su parte». Eso desemboca irremediablemente en un problema que no es técnico (el reciclaje de materiales lleva años entre nosotros), sino de modelo de negocio. «La cuestión es principalmente organizativa. Incluso, en muchos lugares, como no hay masa suficiente de basura, se hace la separación de residuos y luego acaba juntándose de nuevo al no poder aprovecharse», afirma Könnölä en una entrevista con INNOVADORES celebrada en la Fundación Ramón Areces.
Ante este panorama, marcado por la disonancia entre la teoría y la práctica, preguntamos a Könnölä por el disruptor que haga despegar de una vez por todas a esta filosofía ya no de producción, sino de supervivencia como especie. «La digitalización es clave. Gracias a tendencias como el big data podemos llevar una trazabilidad completa de los materiales, saber cuál es su historia y cómo podemos aprovecharlos mejor», explica.
«Por otro lado, conceptos como las plataformas colaborativas [Uber o Airbnb] permiten aprovechar mejor los recursos ya existentes, evitando la producción de más bienes de lo necesario. Además, la digitalización también facilita que muchos productos que antes se compraban y vendían, ahora sean comercializados como un servicio. Al controlar las empresas todo el ciclo de vida del producto, pueden hacer un diseño pensando en su reciclaje futuro o realizar un mantenimiento preventivo más eficiente que reduzca la necesidad de piezas de recambio».
Sin contar la guinda del pastel: apostar por la economía circular es la solución más sencilla para evitar baches reputacionales derivados de la compra de materiales (como metales o minerales usados en electrónica) a países en conflicto, al mismo tiempo que se reduce la volatilidad instalada en los mercados de materias primas desde hace algún tiempo.
Las plataformas, añade este gurú de las segundas oportunidades, son especialmente interesantes debido a que, «como ha sucedido con la industria musical, se eliminan los intermediarios de la cadena, haciendo que los distintos agentes abandonen sus roles tradicionales para ser, al mismo tiempo, productores y consumidores de un mismo bien».
Unos puntos de encuentro cuya puesta en contacto de dos vértices también puede extenderse al ámbito menos glamuroso de los residuos. «En Atlanta (EEUU) han creado una plataforma para coordinar la recogida de basura y hacer matching con empresas que puedan sacar provecho de la misma. Eso es hacer un uso innovador de los residuos. convirtiendo el problema de las basuras en tremendas oportunidades». Si a esta ecuación sumamos la industria 4.0 y su capacidad de personalizar productos y ajustar el uso de materiales al máximo, tenemos las bases perfectas ara hacer realidad la economía circular.
Pero antes, como sucede con toda gran revolución, hemos de cambiar de mentalidad. Los ciudadanos, por supuesto, pero también las empresas.«Como consumidores somos vagos, no miramos los datos de dónde viene un producto y, además, es complicado saberlo. Ahora, con el big data, generamos más información para los usuarios y eso es una oportunidad para las empresas que quieran diferenciarse en el mercado por su transparencia y confianza», sintetiza Könnölä.
«Las compañías deben asimismo cambiar el chip con que entienden la sostenibilidad. Por ejemplo, Apple presume en sus informes del uso de energías limpias en sus servidores, pero luego emplea en sus móviles diferentes combinaciones de materiales que son muy difíciles de separar una vez que se acaba su ciclo de vida. Igualmente, impiden que sus equipos se abran fácilmente, lo cual dificulta el reciclaje de otros componentes. Es una cuestión de su marca, pero es fundamental que diseñen sus productos pensando en sus usos futuros»…
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